miércoles, 21 de noviembre de 2007

Editorial

La Guerra Alimentaria

En nuestro Boletín de Noticias del 7 de julio del 2006, decíamos: “Una cosa es cierta: en el contexto de la industrialización de los hidrocarburos y otros recursos naturales que traerá aparejada una gran concentración de obreros y otros trabajadores, el gobierno boliviano no podrá ni deberá dejar en manos de una burguesía cipaya, dispuesta a boicotear cualquier medida popular o logro de la revolución, el control de las mejores tierras del país, ó sea, la producción de alimentos y materias primas para alimentar una creciente y centralizada masa de trabajadores. Así, la nacionalización e industrialización de los hidrocarburos, la puesta en marcha del complejo ferrífero-industrial de El Mutún, la revitalización de la industria minera y otras es imposible de llevar a cabo por el Estado y pueblo boliviano sin controlar la producción de alimentos y otros productos primarios”.

Aquel anunciado boicot, que sólo se hubiera evitado a través de la Revolución Agraria , hoy está en el centro de la escena político-económica de Bolivia.

Las polémicas sobre si el IDH debería utilizarse en asistencia social o desarrollo industrial pasa a segundo plano cuando, desde el Oriente del país, se boicotea la producción y distribución de alimentos básicos, carne, aceite, etc. por parte de latifundistas y empresarios vinculados a grandes medios de comunicación- que agrandan las noticias vinculadas- como Branco Marinkovic, entre otros, propietario de miles de hectáreas de tierras malhabidas.

El gobierno de Evo Morales, ante el desabastecimiento provocado por los medialúnicos, ha declarado hasta el 30 de marzo del 2008 arancel cero para la importación de azúcar, arroz, maíz, aceite de soja y fracciones, otros aceites, trigo y derivados, animales vivos y carne. A tal fín deberá destinar divisas obtenidas por la venta de petróleo, gas, minerales y otros a satisfacer estos requerimientos, mermando la capacidad financiera para poner en marcha el Plan de Desarrollo industrial.

En un análisis realizado por quien esto escribe el 13 de marzo del 2007, con motivo de los desastres causados por la corriente de El Niño en Bolivia y su relación con la importación de alimentos, decíamos: “Pero…¿a quien y a que precio?”, teniendo en cuenta la carrera hacia los biocombustibles emprendida en el mundo y que trae aparejado un aumento de precios de los granos y azúcares, base de los alimentos populares.

Así las cosas, a las cientos de provocaciones orquestadas por la derecha contra el gobierno de Evo Morales se suma ésta, que parece bosquejarse como un círculo sin salida.

Sólo una Revolución Agraria puede quitar el 97% de las tierras cultivables de Bolivia a sus actuales grandes propietarios y entregárselas a campesinos y originarios para que las produzcan. Solo así, las pocas familias que concentran entre el 60 y 70% de las tierras del oriente, deberán entregar sus tierras para hacerlas producir. Sólo de esta manera se mermará el poder económico y político de los terratenientes y agroexportadores que, a la par de atrasar el desarrollo industrial y desanimar la concentración y centralización de trabajadores, conspira para enfrentar al pueblo contra su gobierno en relación con el desabastecimiento.

La guerra alimentaria azota a Bolivia ahora. El corsé de la legislación burguesa impide al gobierno anclar definitivamente a los provocadores, realizar la Revolución Agraria que a la par que imparta justicia aumente la productividad del trabajo, y terminar con el acoso derechista.

Jorge Luis Ubertalli

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