lunes, 21 de enero de 2008

Editorial

Fechas

Mamá nació un 18 de mayo, el mismo día que el general de Hombres Libres Augusto Calderón Sandino, quien luchó contra las hordas norteamericanas de ocupación en su país, Nicaragua, hasta que fue asesinado por los secuaces locales de los gringos, los mismos que lo habían convocado a viajar hacia Managua para culminar la guerra entre “compatriotas”. Mi segunda madre, la tia Nori, falleció un 18 de diciembre de 1977, veintiocho años antes de que Evo triunfara en Bolivia con los votos mayoritarios de los pobres y desarrapados del país, aunados a una clase media que se había hartado de ser dirigida por bandoleros de buen nombre, negocios sucios, pistola al cinto y jefes que hablaban inglés. Recuerdo que ese 18 de diciembre del 2005, cuando ya se conocían los resultados de la contundente victoria popular boliviana, me dije para mis adentros: tia Nori, hemos ganado una batalla que redime todos los tiempos de derrotas colectivas e individuales, como tu muerte y la de mamá. Al día siguiente en el cementerio de la ciudad bonaerense de Avellaneda y frente al nicho que contenía sus restos y los de mi abuelo y mi abuela, simples trabajadores de una bondad infinita, volví a repetir el conjuro de la victoria del pueblo de Evo, que nos alumbraría de alegría el futuro.
Pasaron mas de dos años de esa buena nueva en la Bolivia hasta entonces humillada y olvidada, y en estos días se cumplirán dos años de la asunción del presidente campesino, obrero, indígena, que prometió liberarla de las cadenas del capitalismo y el imperialismo.
Tia Nori, como buena cristiana, predicaba el amor hacia todos. Mi padre, su hermano, alguna vez dijo: haz bien sin mirar a quien, lo que provocó la ira de mamá, que pensaba que sólo había que amar y conciliar con aquellos que merecían ser amados y respetados.
De ellos dos nací yo. Y en mí coexisten esas corrientes de sentimientos y pensamientos contradictorios. Tia Nori, que amó a todos por igual al considerarlos hermanos en Cristo, murió virtualmente de “mala sangre”. Una leucemia galopante, producto de sus golpes frente a una realidad que no tuvo en cuenta sus preceptos, se la llevó, luego de haber perdido prácticamente todos los bienes materiales de la familia.
Mi familia actual- la de siempre por caso- que son los pobres, explotados, humillados y oprimidos del mundo, hoy me desvela en Bolivia, que así como una segunda madre- o tercera en el tiempo- sufre los embates de quienes se sienten sus dueños mas que sus hijos.
Fueron a un diálogo con el puñal bajo la manga y no dudarán, cuando puedan hacerlo, de hacer lo mismo a su Presidente que le hicieron los “compatriotas” a Sandino. Ante la buena voluntad de Evo respondieron poniendo en la presidencia del Senado a un denominado “presidente del Oriente”, vinculado estrechamente a la oligarquía cruceña y al imperialismo. Ante cada actitud de buena voluntad del gobierno, ellos avanzan más, por cuanto para ellos no caben las caballerosidades ni las actitudes patrióticas ni pacifistas: solo los intereses económicos signan sus acciones.
Creo firmemente que para que mis familiares individuales y colectivos se rediman; para que en sus lugares donde reposan o trabajan puedan hallar la tan anhelada paz, hay que ponerse firmes con aquellos que sólo se frenan ante la firmeza. Sólo los que viven de su trabajo deben ser creídos y escuchados. Son el quien al que hay que mirar para hacer el bien.
En estos dos años, me sumo, nos sumamos desde aquí, a la algarabía popular frente al triunfo del compañero Presidente Evo Morales Ayma. Y también, como allá, con ojos vigilantes, escrutamos los movimientos del enemigo.


Jorge Luis Ubertalli

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