Por Rodrigo Carmona y Rubén Schaposnik
La Plata , 12 de septiembre, Boliv_@r
Del proceso de cambio, al punto de conflicto.
Cuando Evo Morales ganó las elecciones en 2005 y por primera vez en la historia de Bolivia un indígena llegó a lo más alto del Palacio Quemado, nos preguntábamos cuántos presidentes de la región habían logrado semejante apoyo popular. El 53 % de los bolivianos entregó su confianza y toda una lucha de más de diez años en contra del neoliberalismo, a este hombre proveniente de ese pueblo sencillo y trabajador.
En los primeros momentos, los siempre detentadores del poderío económico y político de Bolivia, permanecieron expectantes, suponiendo que tal vez el dato pintoresco de la presencia de un indígena al frente del gobierno nacional, no habría de modificar sustancialmente su larga historia -y mejor prometedor futuro- de negocios, explotación y continuidad del "statu quo", en un país donde las inmensas mayorías viven en la pobreza. Sucedió que a poco de asumir la presidencia, el Sr. Evo Morales Ayma comenzó a incursionar en una serie "pecadillos" que resultan imperdonables para quienes se hicieron, como si fuera costumbre, en los algodones de una democracia pactada y servil (cuando no al amparo de cruentas dictaduras), en fin, en un Estado devenido artefacto para su propio beneficio.
¿Cuáles fueron las irreverencias del Sr. Morales? Pues muchas, aunque bien pueden resumirse en una sola: Evo cumplió lo que prometió.
Los movimientos sociales que catapultaron a Evo a la presidencia reclamaban fundamentalmente tres cosas: mejoramiento en las condiciones de vida, recuperación de los recursos naturales y una nueva constitución política del Estado. En consonancia, el gobierno boliviano recuperó el control de las empresas petroleras (si antes recibía el 18% de los beneficios, ahora le corresponde, a todo el pueblo boliviano, el 82%), nacionalizó la empresa de telecomunicaciones Entel, y tuvo el atrevimiento de pensar que quizá Bolivia, para ahora, para el final de este movido año 2008, pudiera ser el tercer país en el mundo con los mejores índices de erradicación del analfabetismo (y evidentemente para algunos esto sea simplemente "un detalle" porque Bolivia está cerca de lograr en "analfabetismo Cero" y de esto nada se dice en los medios de comunicación).
Estas son solamente algunas de las "cositas" que inquietaron a la derecha boliviana, pudiéndose mencionar también el bono Juancito Pinto de ayuda a los escolares, y la Renta Dignidad que entre otras cosas, evitan que mucha, pero mucha gente se muera de hambre. Sin embargo, el verdadero dedo índice metido en lo más hondo, se configuró cuando apenas cruzado el bando en su pecho, Evo llamó a la Asamblea Constituyente para la sanción de la Nueva Constitución Política del Estado.
El texto de la Nueva Constitución -que fue sancionada en Oruro y que la derecha boliviana se niega a reconocer-, es un texto interesantísimo que todos debiéramos consultar y conocer mejor. Pero en lo que aquí interesa, la nueva constitución, dedica una buena parte al tratamiento del real punto de conflicto: "la tierra". La nueva Constitución suprime el latifundio, reasigna tierras improductivas y protege a la tierra de propiedad comunal.
¿Quién es Phillip Goldberg?
Hace unos días llamó la atención de los medios de comunicación local y de los "analistas políticos", la expulsión del país boliviano, del embajador estadounidense Phillip Goldberg. Sin profundizar sobre el tema, lo único que hicieron fue presentar la preocupación respecto del futuro de las relaciones internacionales de la región con el águila norteamericana.
Si bien siempre la presencia de los enviados norteamericanos, a cualquier parte del mundo, resulta poco menos que alarmante. La llegada de Goldberg a Bolivia se dio en el año 2006, en cuyo mes de junio se daba inicio a las primeras sesiones de la Asamblea Constituyente. Apenas dos o tres meses antes de su llegada, se empezaron a profundizar los armados políticos de lo que luego fue presentado como defensa de las "autonomías departamentales", encabezados principalmente por los grandes empresarios agro-exportadores del oriente boliviano, el departamento de Santa Cruz, y sus vecinos Beni, Pando y Tarija (algunos de ellos de origen croata, como el líder del comité cívico cruceño Branco Marincovic).
Estos datos podrían quedar en el campo de las meras casualidades si no fuese por el pequeño y contundente curriculum "mortae" del embajador. Desde el año 1994 a 1996 el Sr. Goldberg fue jefe de la oficina del Departamento de Estado para Bosnia (período en el cual se produjo el levantamiento de los albaneses contra las fuerzas serbias y yugoslavas) y Asistente Especial, en este mismo período, del Embajador Richard Holbrooke (verdadero artífice de la desintegración de la exYugoslavia). Formó parte del equipo negociador estadounidense en la preparación de la Conferencia de Paz de Dayton y Jefe de la Delegación Estadounidense en Dayton que promovió el juicio ante la Haya de Milosevic. Algo más reciente, se hizo Jefe de Misión en Pristina, Kosovo, en el proceso de disolución final de Yugoslavia (2004-2006).
Esta metodología de la que Goldberg es perito, es una forma más de implementar la dominación imperial para los casos en que no puede controlarse la totalidad de un país. Se procede a la fractura y a la influencia en cada una de las partes.
El referéndum y ahora, el conflicto desatado.
Este último 10 de agosto, se sometió a voluntad popular la evaluación y en definitiva, la continuidad del proceso de cambio liderado por Evo Morales. Si el 53% obtenido en 2005 era de suyo impresionante, ahora, este 67 % de apoyo al presidente, habla por sí solo. Dos de cada tres bolivianos dijeron en las urnas que este proceso debe seguir adelante, que debe profundizarse y establecer definitivamente una transformación del Estado de Bolivia. En este contexto, el gobierno anunció para fines de este año la realización del referendum para la ratificación popular de la Nueva Constitución Política del Estado aprobada en Oruro.
Algunos compañeros que estuvimos en Bolivia en el momento mismo del referéndum, nos volvimos con dos sensaciones fundamentales y así lo dejamos plasmado en una nota especial para el periódico Boliv@r.
Por un lado, el proceso de cambio ya no tiene retorno, ya es impensada una vuelta atrás, pues hizo carne en la gente, en ese pueblo sencillo y trabajador, y en la medida en que el paso del tiempo le permita seguir consolidándose, puede profundizar lo hecho hasta ahora.
En segundo lugar, y por ese mismo motivo, a la derecha se le está acortando el tiempo y era previsible que en los próximos meses se fuera a radicalizar.
Este es el conflicto que hoy recrudece en Bolivia y que los medios locales parecen disfrutar señalando el número de muertos (sin especificar, por supuesto que la gran mayoría, son campesinos víctimas de paramilitares cruceños, de la derecha separatista). Por un lado, hay una Nueva Constitución Política cada día más próxima que cuestionará y golpeará duramente a los grandes poseedores de tierras de la región llamada "la medialuna" (y decimos poseedores, porque muchas de esas tierras fueron mal habidas –y eso se va a revisar- o carecen de títulos –y eso también se va a revisar- o bien son fiscales, propiedad de todos, no obstante lo cual, las han rodeado con alambrados y paramilitares propios para explotarlas según su placer, con el agravante que en algunas de esas tierras se someten a campesinos indígenas a regímenes de semi-escalvitud).
Este, repetimos, es el conflicto. Una Constitución que el pueblo va a ratificar indudablemente y que transformará Bolivia, y una minoría que no quiere ceder nada, ni un poquito, de sus enormes privilegios y prerrogativas (y si es necesario matar o fracturar la historia de un país, no va a dudar en hacerlo, como ahora lo está haciendo).
Esa es la derecha, ese es el poder económico desesperado que se esconde tras las banderas autonomistas. Esa derecha, por enésima vez derrotada en las urnas, a la que el "jueguito" democrático ya no conviene, es la que apuesta, evocando a "San Goldberg" a la división del país, a responder sin más al juego norteamericano, para conservar los privilegios mal adquiridos y a los que el pueblo boliviano (no olvidemos, más del 67%), ya dijo basta.
Para la derecha (allá en Bolivia, acá en Argentina y en cualquier lugar del mundo), la democracia es sólo un instrumento, un artilugio, una herramienta de segundo orden que puede desecharse en cualquier momento cuando no ayuda a sus fines.
Para nosotros, resulta indispensable, por variadas razones, la defensa del proceso de cambio. Particularmente compartimos las transformaciones que está llevando adelante el gobierno de Evo Morales, en especial su política antineoliberal, la recuperación de los recursos naturales y el gobierno a favor de las mayorías que en Bolivia, como en otros muchos lugares del mundo, son pobres. Por otra parte nos parece invaluable la presencia de un Gobierno como el de Evo, en vistas al progreso de nuevos procesos de cambio en otros países de cara a una transformación regional.
Pero si acaso, después de leer este documento alguien discrepara en estas últimas apreciaciones, recuerde que todavía queda un motivo para alzarse en defensa del Gobierno Boliviano, y ese motivo –recordemos porque nos ha sido caro- es la defensa de la democracia, es la defensa de la "voluntad popular", que en Bolivia, en un nivel histórico y sin precedentes, se expresó sin condiciones:
SI A BOLIVIA UNIDA, SI AL PROCESO DE CAMBIO, SI A EVO MORALES AYMA.
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